Los mesones ocupan un volumen como entes tridimensionales -o tetradimensionales, si consideramos la dimensión temporal-. Pero, si atendemos exclusivamente a su disposición estructural, son formaciones unidimensionales. Algo tan simple que, a priori, parece imposible que pueda llegar a evolucionar hasta alcanzar el grado de complejidad que la naturaleza nos muestra y cuyo logro máximo es la vida inteligente. Sin embargo, ahora veremos cómo esto es factible; y es que los quarks más básicos cuentan, desde el principio, con todo lo necesario para conseguirlo, esto es: sus cargas eléctrica y de color.
La primera dimensión
Sirva la figura 4 para imaginar la situación primigenia tras el Big Bang. Una sopa super-energética y homogénea de mesones que son impulsados desde un macro-agujero blanco (en este caso, el del semiespacio sur) con una energía cinética inmensa; que siguen la dirección de las trayectorias expansivas de los flujos, como vimos en el esquema general doble del preámbulo, y que permanecen orientados respecto al campo magnético cosmológico; porque los dos quarks de que están compuestos tienen cargas eléctricas y de color, opuestas; por tanto, a pesar de ser neutros, están polarizados.
Las parejas de quarks que están próximos en una determinada región espacial se sienten atraídas entre sí, gracias a la fuerza electrostática y, en muchísima menor medida, a la gravedad. Se acercan unas a otras siguiendo trayectorias que no necesariamente tienen que coincidir con las líneas de campo magnético, también pueden producirse desplazamientos laterales que induzcan momentos angulares en los mesones, que se moverán girando sobre sí mismos o trazando espirales, sin dejar de estar orientados en la dirección del campo. Esto hará que los momentos lineales de distintos mesones sean sutilmente diferentes y facilitará el que vayan contactando unos con otros.
Las cadenas de quarks
Observemos la figura 5. Al conectar dos o más parejas, se van formando pequeñas cadenas que se curvan, conforme van siendo más largas, debido a la fuerza de atracción electrostática ejercida desde los quarks situados en los extremos de cada una que, aún siendo muy alta, tiene que oponerse a la inmensa fuerza del campo magnético, cuya intensidad es inimaginable en esa zona del Cosmos. Por otro lado, también se empiezan a crear espacios entre las cadenas, debido a estas primeras concentraciones de entes materiales y al efecto inflacionario, lo que facilitará su evolución posterior, al reducir el número de interacciones indeseables.
La segunda dimensión
En la figura 6 se muestra, en una secuencia de tres movimientos, el instante de la unión del último mesón necesario para la formación de un anillo de quarks. Esto es, cuando se alcanza el número suficiente de mesones, unidos en una cadena, para que la atracción electrostática de sus extremos termine por cerrar el arco en un círculo.
Un pequeño paso para los mesones, que quedan interconectados en estructuras bidimensionales cerradas, pero un gran paso para el ordenamiento futuro de la materia; pues, esto permite la movilidad de los bosones portadores de las cargas, entre todos los quarks, para reorganizarlas y optimizarlas. El choque que se produce entre los extremos de la cadena, al cerrarse, ayuda a iniciar este proceso. A partir de este momento podemos decir que las estructuras materiales han conquistado la segunda dimensión.
Ahora es necesario averiguar cuántos quarks son precisos para formar un anillo. Obviamente, al haberse formado a partir de mesones (parejas de quarks), su número ha de ser par. Pero las esferas equipotenciales del campo escalar de la fuerza del color, generadas desde cada quark, pasan por el centro de otros y tienden a la equidistancia entre ellos, por tanto, la fuerza fuerte está a punto de forzar la formación de triángulos equiláteros en el plano bidimensional. Con todos los números pares se pueden imaginar estructuras con forma de estrella, cuyos vértices sean todos triangulares. Sin embargo, es muy importante que se puedan formar triángulos neutros (de color blanco), que guarden la simetría y la alternancia entre ellos, de manera que la distribución de sus cargas eléctricas y de color, garanticen la estabilidad de las diferentes subestructuras y faciliten las futuras interacciones aditivas.
Tras analizar las diferentes opciones, he deducido que lo anterior se dará si la estructura bidimensional tiene un número de quarks par y múltiplo de tres, lo que nos deja: el 6, el 12 y el 18 como primeros candidatos. El 6 queda descartado porque la estructura sería demasiado cerrada (formando un triángulo múltiple en posiciones 1-2-3) o demasiado abierta (con forma hexagonal). Con el 12 se pueden formar cuatro triángulos sobre las caras de un octógono. Pero, según podremos inferir del estudio realizado en el anexo II-6, en la siguiente fase de la evolución de la materia, para llegar a las estructuras tridimensionales, se requeriría la sincronización de un número excesivo de estructuras bidimensionales; lo que no ocurre con las de 18 quarks.
El copo
Después de la redistribución de las cargas, los 18 quarks sigue alternando su signo; pero la carga eléctrica se ha reforzado en la dirección de la línea de campo magnético que pasa por los dos quarks opuestos situados más al norte y más al sur, porque los anillos todavía están muy cerca del agujero blanco y la enorme intensidad del campo magnético primor-dial impone un determinado orden jerárquico en las cargas (lo veremos con detalle en el anexo I). Por otra parte, la carga de color también se ha redistribuido y esto tiene como consecuencia que el anillo adapte su forma, para acoger figuras triangulares unidas por la fuerza fuerte; es decir, se encoge, para transformarse en una estructura mucho más estable, con todos sus quarks confinados en una sola entidad bidimensional, a la que yo llamo «el copo”. El análisis geométrico y matemático de esta estructura se explica en el anexo II, al final de este documento. Aún así, daré una breve explicación:
Para llegar a tener este aspecto, la curvatura convexa del anillo pasa a ser cóncava en tramos de tres quarks, pasa de ser un octodecágono regular a tener la forma de un polígono cerrado que inscribe a un dodecágono, que tiene seis triángulos equiláteros orientados hacia el exterior y colocados alternativamente sobre seis de sus caras. Esto nos da la clave para entender la estabilidad de esta estructura: hemos transformado un polígono de 18 caras en uno de 6 con un solo movimiento sincronizado. Ahora, cada uno de esos triángulos constituye un solo elemento subestructural, unido por la fuerza de la CDC (gracias a su carga de color) que es mucho más potente que su atracción o repulsión electrostática. Por otro lado, las cargas eléctricas están distribuidas simétrica-mente, por tanto, la estructura está polarizada y se mantiene orientada respecto al campo magnético primordial; algo imprescindible para seguir evolucionando.
Ahora, debemos deducir cuál sería la distribución de las cargas de color en esta estructura; pero aquí nos encontramos con la dificultad de que, en principio, podrían existir varias soluciones para que los quarks contiguos de triángulos distintos ordenen su carga coherentemente, es decir, de forma que ésta no sea independiente en cada triángulo.
Además, no buscamos cualquier distribución que cumpla lo anterior, sino aquella cuyas cargas se ordenen con la simetría precisa para que la siguiente fase de la evolución de la materia sea viable. Así es que, en la siguiente figura muestro la distribución de cargas de color que, guiado por el principio de sencillez, me ha parecido que cumple todos los requisitos necesarios.
Como todavía no tenemos la tecnología necesaria para diferenciar o identificar una carga de un color determinado, ni de un anticolor, consideremos de manera arbitraria que, en esta propuesta de distribución de este tipo de cargas, los vértices alternan un color y su anticolor (por ejemplo: rojo y antirrojo); y en el anillo central se alternan los otros dos colores y sus anticolores (por ejemplo: azul-antiazul y verde-antiverde), de dos en dos. De esta manera los quarks, en-cargados de poner en contacto dos triángulos contiguos, reforzarán esa unión de la misma forma que se unen los mesones, es decir, con la fuerza de un color y su anticolor. Así los quarks con carga eléctrica positiva estarían dotados de una de las tres cargas de color y los que tienen carga eléctrica negativa poseerían una de las tres cargas de anticolor.
Como ya se habrá percatado, en la figura anterior he considerado la posibilidad de que los mesones primigenios, con los que se han formado teóricamente estas estructuras bidimensionales, estén compuestos por un quark up (con car-ga eléctrica positiva) y un down (que posee carga eléctrica negativa); e insisto en no especificar si se trata de quarks o antiquarks; porque, como también se habrá dado cuenta, tres de los triángulos estarían compuestos por un quark u más dos d y los otros tres por dos quarks u más un d. Lo cual me sirve de ejemplo, para que se pueda entender mejor aquello que dije en la introducción, sobre el problema de la escala en el mundo subatómico, cuando no existe un modelo físico real. Pues, según el modelo actualmente aceptado, el copo se parecería mucho a un núcleo de un átomo de litio, con 3 protones y 3 neutrones (6 nucleones). Sin embargo, si seguimos el modelo propuesto por esta teoría de ruedas, aún nos quedan algunos pasos para llegar a la formación de los nucleones. Con esta estructura únicamente hemos aglutinado, de forma lógica, una mínima parte de la masa de un nucleón y sus cualidades físicas teóricas distan mucho de ser las observadas en la experimentación; así que seguiremos especulando sobre qué interacciones se deben dar, entre los copos, para que estas estructuras bidimensionales evolucionen hacia la tercera dimensión espacial.
Pero, antes de dar por concluida esta primera fase, debo responder a una pregunta que me he hecho; a la que he dado respuesta solo en parte en las explicaciones anteriores y, por eso, no quiero dejar de abordarla con un poco más de detalle. La pregunta es: ¿interactúan los copos con las parejas de quarks o las cadenas sin cerrar que no hayan formado anillos todavía?
La nube de quarks
El resurgimiento de la gravedad se explica por la disminución de la velocidad relativa de las partículas que implica el aumento relativo de su volumen, como hemos razonado en el preámbulo, y como los mesones van interactuando mientras forman nuevas estructuras, perdiendo su carácter unidimensional y parte de su energía cinética se transforma en momento angular, los que no han interactuado todavía irán más rápidos que los copos y estos tendrán mayor velocidad que las estructuras más complejas. Por otro lado, el incremento en la intensidad del campo gravitatorio es directamente proporcional a este crecimiento del volumen de materia, por tanto, sobre ésta actuarán dos componentes vectoriales que definirán su trayectoria y cuyas responsables son: la propia inercia y lo que se ha dado en llamar «energía oscura», que ya he descrito en el preámbulo. La primera va en decrecimiento y la segunda aumentando, esto hace que las estructuras complejas sigan trayectorias expansivas curvas cada vez más cerradas, lo que las distancia de las estructuras simples aun más. La gravedad también es responsable de que se concentren las estructuras que están en un determinado volumen espacial, esto facilita que puedan seguir interactuando entre ellas. La conclusión es: que la materia, conforme evoluciona, se va quedando rezagada y se desplaza en recorridos curvos a lo largo de las trayectorias expansivas de los flujos. Por lo que, las estructuras complejas se convierten en inaccesibles para las estructuras más simples, porque éstas se van alejando a mayor velocidad y, aunque las colisiones son frecuentes, llega un momento en que cada tipo de estructuras interaccionan por separado, en su propio volumen del espacio que tiende a hacerse mayor.
Como ejemplo visual de lo que acabo de explicar, cuya belleza soy incapaz de reproducir en un simple gráfico, imaginemos que el pulso que crea un universo está en continuo movimiento, alejándose de la singularidad, y semeja una nube que vaya dejando una nevada de copos a su paso. Si, como es de suponer, nos hemos imaginado los copos de color blanco, como la suma de las cargas de color de sus quarks, se hace obvio por qué he asignado este nombre a las primeras estructuras bidimensionales teóricas; y tendremos una buena imagen mental de la cual partir en la siguiente fase de la evolución de la materia.