las superficies
Al igual que hicieron antes los mesones, los copos que están próximos en un cierto volumen de espacio, se sienten atraídos entre ellos y, para encontrarse, siguen recorridos que casi siempre tienen trayectorias con desplazamientos laterales. Esto induce un giro en el copo alrededor de las líneas de campo magnético, sin dejar de estar orientado por la fuerza de éste. Ahora bien, al unirse, los copos no forman cadenas como en el caso de las estructuras unidimensionales, los copos van formando superficies. Se unen por los vértices, gracias a las fuerzas electrostáticas de signo contrario, tanto en la dirección del campo como lateralmente, ordenándose en columnas y filas respectivamente; claro que, la unión en la dirección del campo (las columnas) es mucho más potente. Las uniones vienen precedidas de una deceleración progresiva en el giro del copo debida a la atracción y la repulsión electrostática de las cargas laterales que son excéntricas y, por tanto, capaces de aplicar momentos angulares (positivos o negativos) a los copos que se aproximen, hasta que se frenen y queden correctamente orientados.
Para simplificar la visualización en las figuras siguientes, prescindo de la multitud de superficies que se generan en el entorno y dibujo solo una, con los copos en color blanco como su carga de color; mostrando en cada uno de sus vértices la carga eléctrica coloreada, siguiendo el mismo código que hasta ahora, es decir, magenta para las positivas y cian para las negativas.
Como vemos en la figura, las superficies van agrandándose progresivamente al incorporarse nuevos copos y se curvan por la acción de la atracción electrostática entre los extremos, con más intensidad entre los que están al norte y sur de cada columna de copos, donde se concentra mayor carga eléctrica en contraposición a la fuerza del campo magnético.
La tercera dimensión
Cuando a una columna (la línea que se orienta en la dirección del campo magnético) se incorporan los copos necesarios para que la atracción electrostática, entre sus extremos norte y sur, sume la fuerza suficiente para cerrarla; los copos se plegarán de dos en dos, al unísono. Así quedan unidos electrostáticamente los dieciocho quarks de un copo con los dieciocho de signo opuesto del copo contiguo. Los copos que estaban unidos lateralmente a ellos sirven para ralentizar la secuencia de plegado, mientras se produje el rasgando de la superficie curvada con la liberación de la nueva estructura tridimensional, como se muestra en la siguiente secuencia de imágenes.
La rueda
El impulso del plegado de los copos para formar la nueva estructura, también le ha aplicado momento angular y ésta gira sobre su eje principal. Es eléctricamente neutra, pero el giro de cargas eléctricas conlleva inherentemente la creación de un dipolo magnético en dicho eje, lo que tiene como consecuencia el que éste se alinee definitivamente en la dirección del campo primordial. Al mismo tiempo, los bosones intentan reordenarse para reajustar las cargas internas de la estructura, con respecto a la nueva posición en este campo y, para ello, se desplazan en el interior de los copos, en movimientos rotatorios (los quarks se mantienen fijos en las mismas posiciones de la estructura), lo que supone la creación de un nuevo campo magnético que recorre todos los huecos centrales de los copos; esto induce al mantenimiento del giro de la estructura completa en la misma dirección (transversal a los copos, pero en sentido opuesto al campo inducido) -la combinación de las dos rotaciones, la de la estructura y la de los bosones, que permanecerán en rotación continua, inducirá el momento magnético definitivo, como analizaremos un poco más adelante-. En principio, la forma de la nueva estructura es semejante a la rueda de palas de un antiguo barco de vapor pero, conforme va adquiriendo velocidad, su volumen en rotación se parece más a una rueda de tren. Yo la llamo simplemente «rueda»; para distinguirlas claramente de los toroides, a los que me referiré únicamente para describir campos tridimensionales o superficies que tengan esa forma.
El análisis geométrico y matemático de esta estructura se explica en el anexo II, al final de este documento. Allí veremos, con más profundidad, las hipótesis de por qué esta estructura no se desintegra al ser centrifugada o cómo se llega a la conclusión de que el número de «palas» (dos copos para-lelos contiguos) a de ser cuatro. Pero, para adelantar algunas ideas, daré ahora unas someras explicaciones.
En las rotaciones descritas, se movilizan todos los bosones, esto supone la creación de flujos de cargas eléctricas (inducidas por los fotones) y de gluones (portadores de la carga de color), que recorren toda la estructura de forma sincronizada. A partir de aquí, el sistema pasa a ser consolidado por la fuerza de la CDC, pues los quarks contiguos estarán unidos en una relación asintótica primaria, pero en los análisis de la estructura también se pone de manifiesto la posible existencia de una relación secundaria, que forma triángulos equiláteros entre los quarks de los vértices de los copos y otros quarks no contiguos pero equidistantes. Esto refuerza la forma de los copos y la unión de las palas de la rueda, de manera que, cuando la fuerza centrífuga intenta separarlas o deformarlas, rompiendo ese estado asintótico, se manifiesta la fuerza fuerte para impedirlo.
Por otro lado, el movimiento giratorio de los gluones conlleva el arrastre del campo H debido a la fuerza residual del color (la gravedad), lo que genera un campo toroidal en torno a la rueda, con vórtices de absorción e impulsión en los polos opuestos del eje de rotación de la estructura. Esto sirve a las ruedas para desplazarse autónomamente, porque con ello generan su propia cantidad de movimiento.
En resumen: la rueda es un pequeño giroscopio que genera su propio campo magnético y que se mueve siguiendo las líneas de campo primordial, removiendo el campo H, lo que le es muy útil para capturar energía. Los fotones quedan confinados en el espacio libre que dejan los huecos centrales de los copos en el movimiento rotatorio de la rueda, creando así un “almacén energético” (en color amarillo, en la siguiente ilustración) que servirá, a su vez, para inducir electromagnéticamente la rotación de la estructura y de sus bosones, hasta que se agote la energía que éstos son capaces de transmitir.
Permítanme que cite, de nuevo, a Albert Einstein y Leopold Infeld; de su libro «La evolución de la física»:
«La materia es, con mucho, el mayor depósito de energía; pero el campo que envuelve la partícula representa también energía, aunque en una cantidad incomparablemente menor. Por esto se podría decir: la materia es donde la concentración de energía es muy grande y el campo es donde la concentración de energía es pequeña. Pero si éste es el caso, entonces la diferencia entre materia y campo es solo cuantitativa. No hay razón, entonces, para considerar la materia y el campo como dos cualidades esencialmente diferentes entre sí. No se puede imaginar una superficie nítida que separe el campo de la materia»
He elegido esta cita para hacer ver al lector la relevancia que tiene, para la física, el imaginar la rueda; porque ahora disponemos de una imagen nítida de la «simbiosis» entre materia y energía.
La radiación de fondo de microondas
La radiación de fondo de microondas, que nos llega desde el espacio ultra-profundo, podría constituir la prueba de lo anteriormente expuesto y sirve para datar el instante en que se empezaron a formar estas estructuras (con sus almacenes fotónicos), porque en los quark no se establece una separación clara entre materia y campo, como se razona en la última cita; sin embargo, las ruedas son entes materiales-energéticos donde la energía se manifiesta en múltiples formas, entorno a ellas y en su interior. Por tanto, es a partir de este momento en la evolución de la materia, cuando las dos interactúan de una forma completamente nueva y definen las experiencias sensoriales que podemos experimentar en la naturaleza. La formación de las ruedas supone el nacimiento de la «materia brillante» -incluso antes de la existencia de los primeros átomos-. Pues, cada vez que una de estas estructuras es destruida, libera el contenido de su almacén en forma de fotón ultra-energético. La energía de estos fotones ha ido disminuyendo en su viaje de miles de millones de años por el espacio y su frecuencia se mide ahora en la zona del espectro electromagnético de las microondas. Esta idea es otra aportación para la nueva cosmovisión, que seguiré engrosando conforme avance en la exposición de esta teoría.
El momento magnético de la rueda
Movidos por la energía del almacén fotónico de las ruedas, los bosones cargados eléctricamente, describen arcos inclinados respecto al plano horizontal (transversal al eje principal de la estructura), al combinar el giro de la rueda con el que se produce en el interior de los copos; lo que tiene como efecto la reorientación de los campos magnéticos, descritos en el arranque del giro, para distribuirlos en un nuevo momento magnético perpendicular a cada uno de estos recorridos, cuya dirección y sentido se obtiene aplicando la regla de la mano derecha, como se puede ver en la figura 13. Ahí dibujo dos trayectorias de los bosones en colores naranja y morado, que parten de quarks posicionados en el centro de la rueda y que recorren el interior de cada copo hasta volver a la misma posición de partida. Este es un supuesto que se basa en la medición geométrica de este modelo, según la cual: el radio medio de giro en el interior del copo es, aproximadamente, la mitad del radio del círculo que recorre el centro de todos los copos en la estructura de la rueda; por tanto, la velocidad angular de ésta debe ser menor a la del giro de los bosones en el interior de los copos; y, siendo el origen de los recorridos de los bosones con carga eléctrica, cualquiera de los quarks de la rueda, se describen múltiples trayectorias. Todas ellas generan su propio momento magnético inclinado y la suma de todos estos define el momento magnético total de la rueda. En la figura 14, donde solo dibujo una parte de ellos, podemos ver que tendría la forma de una superficie bicónica que gira en sentido inverso a la estructura, debido al efecto de completar más de una revoluciones, en el interior de los copos, en el tiempo que la rueda completa una sola vuelta.