La masa gravitatoria, en reposo o invariante
Con las hipótesis del apartado anterior se deduce el origen de la masa gravitatoria, en reposo o invariante; pues es aquella que está directamente relacionada con los valores escalares de la densidad de energía potencial gravitatoria en cada punto (el campo gravitacional), generada por la fuerza residual de la carga de color desde el área que envuelve al espacio tridimensional que ocupan los quarks de la primera generación situados en el seno del campo H. Y, como el área y el volumen de una esfera están relacionados por la formula: A=V·3/r -siendo A el área, V el volumen y r el radio de la esfera-, deducimos que la “masa en reposo” también se puede relacionar directamente con el volumen que ocupa cada uno de los quarks de un sistema material, en el campo H.
Otra forma de relacionar la masa gravitatoria con las dimensiones longitudinales puede inferirse de la forma que nos mostró César Gómez en la conferencia de divulgación científica, de noviembre de 2014, del Instituto de Física Teórica UAM-CSIC titulada «Gravedad y Mecánica Cuántica», esto es:
La constante gravitacional de Newton (Gn), no es un número, sino que tiene dimensiones: [L], [T] y [M] (longitud, tiempo y masa), y se puede expresar en la forma siguiente:
[Gn] = [L]³ / ([T]²·[M])
Pero, cuando introducimos la noción de espacio-tiempo, todo se simplifica. Porque, introduciendo la constante «c» (la velocidad de la luz), dejamos de distinguir entre [L] y [T]. De ahí que:
[Gn] = ([L] / [M])·(c²)
Siendo [L] la dimensión longitudinal característica de una masa a la que hayamos despojado de la influencia de todas las fuerzas excepto de la gravitatoria. Una «longitud gravitacional» que está relacionada directamente y exclusivamente con la masa, ya que los otros dos valores (Gn y c) son constantes.
-Nadie mejor que el propio César Gómez para explicarlo en este extracto del video de su conferencia-
-Al finalizar el extracto del video, puedes reproducir la conferencia íntegra volviendo a pulsar sobre el enlace de YouTube-
Ambas formas de relacionar: la dimensión de la masa y la de la longitud, son perfectamente compatibles. Son dos maneras de llegar a la misma conclusión; porque podemos considerar que la tridimensionalidad de la esfera, en reposo, está representada tanto en el numerador de la primera fracción (sin simplificar) de [Gn], como en la concreción que esta teoría de ruedas postula para el volumen de los quarks. Ahora bien, el concepto de masa no se limita a la masa en reposo, también debemos definir la masa en movimiento. A este respecto, Einstein dijo:
«No es bueno introducir el concepto de masa de un cuerpo en movimiento, para el cual no se puede dar una definición clara. Es mejor no introducir un concepto de masa distinto que la «masa en reposo» m.»
La masa relativista aparente
Sin embargo, ahora, valiéndome de la visión geométrica de los quarks en movimiento y la simplificación que supone la incorporación del espacio-tiempo a la constante cosmológica de Newton, haré precisamente eso, mostraré las hipótesis que considero válidas para que esta teoría sea congruente e introduciré el concepto de «masa en movimiento», aún a riesgo de estar errando. Porque, si alguien en física propone un modelo e, intencionadamente, incluye en su argumentación un error (algo que vaya en contra de algún concepto que se cree perfectamente sustentado en principios y leyes físicas, y que se asume como indiscutible porque se considera contrastado con la experimentación y la observación), lo normal sería que este nuevo modelo ofreciera resultados incoherentes, absurdos o inconexos con la realidad. Pero si resulta no ser así, es decir, si analizamos los fenómenos físicos teniendo este modelo como referencia y muestra su utilidad para explicar las observaciones, sin recurrir a argumentos que, a todas luces, estén desconectados con nuestras experiencia con la naturaleza; si también ofrece una explicación válida a varios de los grandes enigmas que quedan por resolver en varias parcelas del conocimiento; y si además sirve para unificar partes de la física consideradas irreconciliables. Sin duda, tendríamos que replantearnos si ese «error» no será en realidad «la clave». La teoría que incorpore esa clave modificará profundamente nuestra cosmovisión; máxime, si ofrece la ventaja adicional de disponer de una imagen clara de “por donde ir” en la búsqueda de su plena confirmación empírica y de su descripción matemática; lo que supondría el cambio a un nuevo paradigma en física teórica, que abriría el camino para el desarrollo de nuevas tecnologías y que servirían, a su vez, para acercarnos a otras regiones del conocimiento.
Teniendo lo anterior en mente, especularé sobre la “masa relativista aparente” que, en la relatividad especial, se entiende como una magnitud dependiente del sistema de referencia, ya que ésta varía con la velocidad. Lorentz, Einstein y también Planck, en su día, defendieron el programa de la cosmovisión electromagnética, según el cual: los electrones encogen su dimensión espacial en la dirección paralela al movimiento. Esto llevado a nivel de quarks también debe cumplirse, de manera que, según el sistema de referencia elegido y la velocidad relativa observada, veremos como las partículas van aplanándose más conforme su velocidad aparente sea mayor; lo que significa que, a la velocidad de la luz, el aspecto que tendrán será el de entes bidimensionales. Si aplicamos lo dicho en el apartado anterior, a cerca del origen de la masa gravitatoria, podemos deducir que, al reducirse el volumen de la partícula, también se reduce su masa aparente; pudiendo ésta llegar a ser casi cero, cuando la partícula se mueva a velocidades próximas a la de la luz. De la misma forma, cuando incorporamos el espacio-tiempo a la constante cosmológica de Newton observamos que solo una de las tres dimensiones es una «longitud característica» que está relacionada directamente con la masa. De lo que inferimos que, para que el valor de esta constante permanezca inmutable, cuando se reduce esa dimensión longitudinal también debe reducirse el valor de la masa. Una prueba de esto es que, cuando la velocidad del electrón es reducida al valor mínimo que la tecnología actual hace posible, los científicos han calculado la verdadera magnitud de la masa en reposo de éste. En concreto, han sido los físicos de la Universidad de Rutgers los que han descubierto que en algunos compuestos metálicos cristalinos, que les proporcionan un nivel de detalle en la experimentación mucho mayor de lo que hasta ahora se había podido observar; cuando se enfrían hasta cerca del cero absoluto, los electrones reducen su actividad y forman un fluido de «electrones pesados» cuya masa individual han calculado que llega a ser unas mil veces mayor que la masa medida de un electrón a temperatura ambiente. Esto también explica por qué hemos creído durante algún tiempo que otros entes, como el neutrino, estaban exentos de masa.
Según la teoría de la relatividad: en un sistema inercial es imposible distinguir un cuerpo en movimiento de uno que esté en reposo porque esta apreciación dependerá del sistema de referencia elegido; por tanto, para que se cumpla lo expuesto en el párrafo anterior, debemos considerar que el campo H, al que hemos involucrado al explicar la fuerza gravitatoria, debe moverse a la misma velocidad, en la misma dirección y en el mismo sentido que las partículas materiales en su movimiento relativo, de ahí que la teoría especial de la relatividad sea eso: una teoría que describe algo que únicamente se da en situaciones muy especiales; algunas de las cuales explicaré conforme avance en la exposición de esta teoría, por ejemplo, cuando sea necesario razonar sobre el concepto de “falta de gravedad”, que nos será muy útil cuando, más adelante, describa las dinámicas de un nuevo modelo de Cosmos.
La masa inercial aparente
Ahora bien, siguiendo con el problema de la masa, no podemos obviar que, experimentalmente, ésta parece aumentar al aplicar una fuerza sobre una partícula o conjunto de partículas. Este supuesto es distinto a los expuestos en los párrafos anteriores. En este caso estaríamos hablando de «masa inercial aparente». Para comprender por qué esto es así, tenemos que entender la importancia de la resistencia que ejerce el campo H en oposición a esa fuerza aplicada sobre la partícula (algo parecido al mecanismo de Higgs que parece dotarla de masa extra). Esta idea tampoco es nueva; pues, a finales del siglo XIX, J. J. Thomson propuso que una esfera cargada, que se desplazara a través del éter, adquiriría una masa aparente debida a la resistencia propia de un medio incompresible; aunque, al mismo tiempo, pensaba que esa «masa extra» no era real.
Ahora disponemos de la prueba de la existencia del campo H; la observación del bosón de Higgs; y, como indicio de la resistencia ejercida por este campo, podemos mencionar «la anomalía de las Poineer» que consiste en la constatación de que las sondas espaciales Poineer 10 y Poineer 11 están siendo frenadas por una fuerza exterior, fenómeno que también les ocurre a las sondas espaciales Voyager. Estos indicios pasarán a tener la consideración de prueba cuando se analicen todos los datos y se verifique la dirección de la fuerza de frenado.
Así que estamos en condiciones de especular sobre, qué pasará si a una partícula material, que suponemos ocupa un volumen esférico en el campo H y que estuviera en reposo con respecto a este, le aplicamos una fuerza durante un determinado periodo de tiempo. Supondremos que se inicia un movimiento uniforme acelerado en un medio que ejerce una resistencia en oposición a la fuerza aplicada. Esto ya lo sabemos resolver con la física clásica. Lo que no hemos tenido en cuenta, hasta ahora, es que la variación de la forma esférica de la partícula material, con la velocidad, es un factor muy a tener en cuenta a la hora de calcular la deflexión de las partículas de Higgs, pues influirá en el valor de esa resistencia del campo H. Conforme la velocidad aumenta la forma de la esfera cambia, mantiene su diámetro pero se va achatando (adquiere forma lenticular), y por tanto la curvatura de la zona enfrentada al campo aumenta de radio, ofreciendo una resistencia mayor al movimiento, por consiguiente, será necesaria una fuerza mayor (una mayor energía) para mantener la aceleración constante. A la velocidad de la luz la esfera tendrá el aspecto de un círculo plano, con una curvatura en la dirección del movimiento de radio infinito, esto podría significar que no habría ninguna deflexión del campo H y por tanto la fuerza necesaria para llegar a esa velocidad sería mucho mayor. Pero esto no es motivo suficiente para que podamos llegar a pensar que la energía necesaria para alcanzar esa velocidad debiera ser infinita; tiene que existir otra razón más poderosa, porque las propias partículas de Higgs, al ser arrastradas por esa superficie plana, procurarán la deflexión de las que se encuentran por delante. Talvez, la respuesta podemos encontrarla en las, recientemente evidenciadas, ondas gravitacionales; esto es, cuando una partícula se mueve en el campo H, genera una serie de ondas esféricas que se van alejando y agrandando a la velocidad de la luz. El incremento de densidad de este «frente de ondas», en el sentido de movimiento de la partícula, será mayor cuanto mayor sea la fuerza aplicada sobre ésta y, por tanto, cuanto mayor sea el momento lineal adquirido, delante de la partícula existirá un medio cada vez más denso, que ejercerá una mayor resistencia al movimiento. A la velocidad de la luz nos encontraríamos con una barrera de una densidad tal, que requeriría, supuestamente, aplicar una fuerza infinita (una energía infinita) para seguir avanzando. Si nos referimos a la energía y a la famosa fórmula de Einstein, que pone en relación ésta con la masa y la velocidad de la luz (E = m·c²), ¿podríamos pararnos aquí y considerarlo un razonamiento suficiente para llegar a la conclusión de que la masa inercial aparente de una partícula será infinita cuando se la acelera hasta alcanzar la velocidad de la luz? No olvidemos que «m» es la masa en reposo y hasta ahora no ha existido una definición clara de la masa en movimiento. Además, sabemos que las radiaciones cósmicas formadas por: electrones, positrones, neutrinos, muones, etc. no tienen una masa infinita y se mueven a velocidades próximas a la de la luz en el “vacío” (el campo H); por tanto, precisamos de una hipótesis aclaratoria que haga compatible el aumento aparente de la masa inercial con la velocidad de los entes que forman esas «radiaciones cósmicas». Para ello empezaremos suponiendo que el campo H es un magnífico transmisor de las ondas gravitacionales, lo que nos hace sospechar que podría tener las cualidades de un fluido incompresible (muchas teorías sobre el éter lo consideran de esta forma); y, si es así, un ente sumergido en él podría moverse a la velocidad de la luz, incluso superar «la barrera de la luz», de la misma forma que se supone que algunos submarinos utilizarán la tecnología de la «supercavitación» para moverse a velocidades supersónicas estando sumergidos, generando entorno a ellos un campo amortiguador de la resistencia del medio -conforme avance la exposición de esta teoría, veremos cómo esto es posible en el nivel subatómico-. Por otro lado, como prueba de que la velocidad de la luz no es una barrera infranqueable, fijémonos en los estudios sobre la radiación de Cherenkov, pues sabemos que hay partículas procedentes de la materia de la atmósfera terrestre que, al recibir la energía del impacto con las radiaciones cósmicas, superan la velocidad de la luz generando un frente de ondas superlumínico de forma cónica. Igual que cuando un reactor supera la barrera del sonido en el aire. Por tanto, podemos concluir que el incremento de masa inercial aparente de una partícula, sobre la que se ejerce una fuerza, es solo el efecto físico de la interacción con el campo H, pero esto no supone aumento alguno en el volumen de la partícula, ni de la carga correspondiente a su fuerza de atracción gravitatoria; lo que nos lleva a descartar un incremento real de su masa.
En los aceleradores de partículas usamos ingentes cantidades de energía para llevar la materia hasta velocidades próximas a la de la luz, con el objetivo de recrear las condiciones primigenias donde, supuestamente, se crea la materia partiendo de la energía, pero en el experimento despreciamos sistemáticamente los efectos del rozamiento con el campo H y gran parte de esa energía se disipa en este campo, antes y durante las colisiones. Personalmente creo que hasta que esto no se comprenda, no se intentará desarrollar las tecnologías que hagan posible una generación de nuevos aceleradores, en los cuales el campo H se fuerce a circular a la misma velocidad y en el mismo sentido que la materia que se pretende estudiar, sin descartar velocidades superlumínicas. Para conseguirlo tendremos que ahondar en el conocimiento de las fuerzas de la CDC, porque serán estas con las que produciremos el tirón gravitatorio necesario para acelerar las partículas de Higgs, al igual que hacemos ahora con las fuerzas de la EDC (siglas de Electrodinámica Cuántica, QED en inglés) para acelerar las partículas y los iones materiales cargados eléctricamente.